Vicios de otros tiempos

La escalera que me lleva a la "recepción" del hotel es muy grande, tendrá unos 40 escalones aproximadamente. Atravesarla me da el tiempo suficiente para apreciar dos olores: el de la comida típica de los hoteles y el perfume.
Nunca me gustan los perfumes. Tal vez por que vengo de una familia mass media y eso hizo que no gastemos en perfumes.
Desde chico asocie la idea de que quien usa perfume tiene algún mango que le sobra. Igual, en este hotel a nadie le sobra nada
En este lugar alguno habrá tenido alguna vez un mango? Pero si están todos tan quebrados como yo! Pasé por la recepción, pedí la llave y di las buenas noches, me tire en la cama y me pregunte: "y si acá alguien esta sufriendo el mismo síndrome que yo?". Me alegró estúpidamente pensar que puede llegar a haber una persona que sufre el mismo síndrome que yo, pero no! La manutenção de viejos gustos y vicios solo se da conmigo, solo yo se como es eso - me volví a alegrar, estúpidamente - ahora mismo lo estoy sabiendo.

En Buenos Aires antes de dormir me fumaba un cigarrillo, ahora llego al final de la noche con un pucho y lo tengo que guardar (por que ya sufrí el síndrome de mañana, después del café). Generalmente en el día sufro de tres a seis veces el síndrome de sustentar viejos vicios, eso ahora no es nada, los primeros días en Porto Alegre eran terribles, me sentía un gitano pidiendo cigarrillos.
-Tem um cigarro ae? - llevando el dedo índice hacia los labios
-Aham - respondían los gaúchos
Así iba yendo (assim vai indo, otra frase que me encanta de los porto alegrenses) siempre que pedía un cigarro pensaba que mi condición de extranjero me ayudaba, hasta que un día inicie el típico procedimiento para pedir cigarros.
-Tem um Cigarro ae? - el dedo índice siempre hasta los labios
-Macho, para tener vicios hay que saber mantenerlos - me dijo un atrevido en mi propio idioma
me fui caminando, sabiendo que el síndrome había encontrado un cruento final, la vergüenza de no poder bancarlo...

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