Macri, el gobierno, la izquierda y otros engendros

Luis Mattini considera que Macri es peronista, que los dilemas electoralistas planteados por el gobierno fueron falsos, y que el sistema representativo está liquidando la vida democrática. Charla con lavaca sobre Carrió y La Nación, la frivolidad y las carteras de Cristina, la izquierda y el absurdo, tras la elección porteña que tuvo el más bajo porcentaje de votantes de la historia. Propuestas sobre otros modos de pensar la democraciaLuis Mattini, a quien el documento de identidad se empecina en denominar Arnold Kremer, etá asombrado con el porcentaje de votantes de la segunda vuelta electoral del domingo último. Representa no sólo el más bajo índice de votantes en todas las elecciones a jefe de gobierno que hubo hasta ahora, sino también el más bajo de toda elección presidencial o hasta legislativa desde que se volvió a votar en 1983. Según los datos oficiales, alrededor del 32 % no concurrió a votar, y poco más del 6 % votó en blanco o anuló su voto. Por eso, puede deducirse que a Macri en realidad lo votaron el 37 % de los habitantes de la ciudad, y a Filmus el 25%, lo cual es muy poco impresionante para hacer tapas de diarios e ingenierías políticas.
Pero la percepción de Mattini agrega otro elemento: “Ni siquiera esos que votaron se sienten representados. Se vota por el mal menor, y eso termina liquidando a la democracia”. Cree, además, que a la democracia hay que considerarla como una acción, no como una situación o como una institución estática, y llega a la conclusión de que –desde ese punto de vista- esta es una de las épocas con menor nivel de democracia activa que le ha tocado vivir.

Mattini es autor de varios libros (Hombres y Mujeres del PRT, La política como subversión y El encantamiento político, de los revolucionarios de los ’70 a los rebeldes sociales de hoy, entre otros) que proponen modos de análisis de la política muy diferentes a los convencionales. Postula que estamos viviendo una crisis civilizatoria donde ya están latiendo los embriones de un enorme cambio social –a la vez imposible de predecir-. En 2006 publicó Los Perros (también sobre Partido Revolucionario de los Trabajadores y el Ejército Revolucionario del Pueblo) y está por editar una segunda parte dentro de unos meses. Después de la votación que ratificó a Mauricio Macri como jefe de gobierno porteño, Mattini conversó con lavaca

-Para mi el gobierno apunta a un mito de Buenos Aires, que es el progresismo, que no me parece que sea una mayoría. Hay gente con prácticas sociales progresistas, que se divorcia, tolera a los homosexuales, quiere libertad en el arte y se preocupa por la cultura y la educación, pero a la vez es gente conservadora, al estilo: que roben, pero que hagan.

-El gobierno relacionó a Macri más con la derecha y hasta con el fascismo.

-Se dedicaron demasiado a demostrar lo malo que es Macri, y no lo buenos que son ellos. Eso trae problemas, porque hasta uno como yo, que rechazo a Macri por piel, terminé viendo ridículos todos los cartelitos con las maldades de Macri. Y no se puede decir que sea Pinochet o Hitler. No uno de esos enfrentamientos históricos en que tenés que cerrar la boca porque se viene el protofascismo. Macri es peronista...

-¿...?

- Sí, Macri es peronista, se hizo con el peronismo. Está claro que no tiene ideología, pero socialmente, históricamente, está vinculado con el peronismo, ha manifestado sus vínculos con Menem. ¿O se olvidan que en el macrismo hay peronismo, como hay con Telerman? Entonces la cosa no está blanco y negro en ese sentido. También lo puedo ver como un liberal de derecha, pero justamente eso muestra lo que es la política hoy en día. Para mi gana por el desastre que son los demás. En ningún caso me parece que se trate de ese dilema entre democracia y fascismo.

-Y si lo era para el gobierno, ¿por qué dividir a los votantes entre Telerman y Filmus en la primera vuelta?

-Si tenías el deber histórico de combatir ese enemigo fundamental, no tendrías que haber hecho semejantes maniobras, la campaña sucia y todo lo demás, que demuestran que la cosa no era tan así.

-¿Y qué es hoy en día la oposición?

-Una demostración del engendro que es la política. En el ARI puede haber gente interesante, la muchacha que ganó en Tierra del Fuego (Fabiana Ríos, primera mujer que gana una gobernación en la Argentina) viene del socialismo rosarino, y tiene poco que ver con Elisa Carrió y sus convicciones. Ni sé cómo están juntas. Carrió está cada vez más a la derecha, se nota en su discurso republicanista gastado, sus posiciones con Hugo Chávez (presidente venezolano) y ese tipo de cosas. Parece el diario La Nación: no estoy diciendo ningún exabrupto. Y ni hablar de su fundamentalismo religioso. No tengo nada contra lo religioso, pero hay formas y formas.

-¿Qué opina de la performance de la izquierda?

-La izquierda tiene una politica absurda. Me dicen que critico más a mis hermanos de la izquierda que a la derecha, pero la izquierda repite siempre lo mismo, se mete en una lógica del sistema representativo que no sirve para nada, porque no puede producir ningún tipo de transformación por esa vía. Pido que no me pongan el cuchillo en la garganta de decir si prefiero la dictadura, porque es obvio que no digo eso. Estoy criticando un absurdo. La izquierda tiene que entender que la política no pasa por el aparato administrativo del Estado, y sus instituciones llamadas “políticas”.

-¿Por dónde pasa?

-Todo lo bueno, lo novedoso, por poco que sea, no pasa nunca por el aparato del Estado, salvo que sea presionado. Las cosas interesantes y nuevas ocurren en Gualeguaychý, Esquel, Famatina, Chilecito, las fábricas recuperadas, muchas de las cosas que ustedes reflejan (referencia a lavaca y Mu). Pero la izquierda ¿qué hace? Un desgaste terrible para meter un diputado que no sirve para nada, no porque sea buena o mala persona, sino porque ¿qué puede hacer? Patricia Walsh se lleva el honor de haber propuesto la derogación de la Ley de Obediencia Debida, pero para eso había todo un acuerdo previo del oficialismo para votar la ley. Tiene mérito la propuesta, pero no se ve que pueda ir mucho más allá.

-Pero en la campaña los partidos plantean propuestas.

-Yo creo que tendrían que sincerarse: se presentan para financiar el aparato del partido. Tenés un diputado, te dan una secretaría, lográs un lugar en el Estado, algunos recursos para tus funcionarios. Una vez Alberto Piccinini (sindicalista metalúrgico que llegó a la Cámara de Diputados) me dijo: “para lo único que servimos como diputados es para darle una mano a los compañeros que están luchando”. Pero eso es de una sinceridad total y en casos como el suyo, que son absoluta minoría.

-Parlamentarios que no parlamentan, legisladores que no legislan.

-Las fábricas recuperadas son una experiencia de las más interesantes en lo que uno puede pensar como verdadera acción política. Plantearon una reforma a la Ley de Quiebras que es de la época de Martínez de Hoz y favorece a todos los empresarios vaciadores. La ley está trabada en el Senado. Si no hay alguna trenza, no sale. Entonces, ¿cuál es la política? ¿La de los trabajadores, o la de los senadores? Lo mismo se ve en movimientos sociales, de base, que aparecen como parciales pero terminan condicionando a las instituciones. Es el caso de Gualeguaychú, que con un movimiento heterogéneo condicionó la política de dos países y hace temblequear al Mercosur. Eso es politización. Ahí se vuelve a equivocar la izquierda, que cree que hay que cortar el puerto para apoyar a Gualeguaychú. Los porteños tendrían que cortar el puerto por lo que pasa en Buenos Aires, por el Riachuelo y por una lista de calamidades ambientales que posiblemente sea diez veces más grande que la de Gualeguaychú.

-¿Y cómo cree que queda el kirchnerismo después de la elección?

-Yo no soy ducho en estas cosas de la ingeniería política. Parece una cosa universitaria eso de “ingenería”.

-Antiguamente la referencia era más artesanal: la rosca.

-O la trenza. Lo sintomático es que el Frente para la Victoria no gana casi ninguna elección. Los que ganan son sus aliados K. Para mí el kirchnerismo padece uno de los errores más graves que los setentistas podemos reconocer: el pecado de la soberbia. Yo me tengo que hacer esa autocrítica como integrante de esa generación, pero el gobierno está ensoberbecido como si se olvidara que llegaron de casualidad.

-¿En quién piensa al hablar de soberbia?

- En Kirchner, por supuesto, y en el kirchnerismo en general, el progresismo, mis viejos compañeros que no se dan cuenta dónde están parados. Otra vez, es como que tenemos agarraod a Dios no sé de donde, y todo montado en entelequias. No le quito el mérito a Kirchner de transformar esa casualidad en una posibilidad real. Pero para mí está montado en dos andariveles que se agotan. Uno, el de los derechos humanos, del que se está haciendo un mal uso. No desconozco méritos a lo que se hizo, aunque me cansa un poco tener que aclararlo siempre, pero a la vez nadie habla de los derechos humanos actuales, violaciones permanentes, que hacen que todo lo del pasado se transforme al final en una caricatura. Y ojo, que muchos de estos progresistas porteños, si tienen que poner en la balanza los derechos o alguna molestia económica, se olvidan de los derechos en un segundo. Y la izquierda cayó en el mismo mal uso de los derechos humanos, porque su única consigna parece ser esa.
La otra cosa sobre la que se montó el gobierno es la bonanza económica, que le permite un manejo de una masa de dinero impresionante, con planes de contención y demás. Pero las bonanzas económicas vienen y se van. No dependen de la voluntad del que gobierna.

-Pero ¿cómo observa la cuestión económica?

-El sistema productivo está montado en tres aspectos relacionados con la tierra. Combustibles, minería y agricultura. Y eso se derrumba cuando cambian los precios internacionales. Y aunque no se derrumben, ese modelo es una fábrica de pobreza por definición.

-¿Por qué?

-Al tener cada vez mayor necesidad de tierra, y más ahora con los agrocombustibles, expulsan a más gente, la empujan a las ciudades. Tampoco las ciudades engendran una producción industrial hacia el mercado interno que sea –como suele decirse- sostenible. Por eso hay una parábola. El modelo productivo basado en el uso intensivo de la tierra es equiparable al 1 a 1 de Menem. Se cae, y no sé donde vamos a ir a parar.

-Pero el gobierno se presenta como lo opuesto al menemismo y al neoconservadurismo.

-Yo no digo que todo es igual, ni que cuanto peor mejor, lo que digo es que por favor me demuestren que se ha transformado algo en el sentido que uno quiere la transformación. Ojo, Menem también transformó, hizo autopistas, Puerto Madero, edificios. Pero este modelo está destruyendo bases económicas reales. Producimos cada vez menos alimentos, y más forrajes para los chinos o los europeos. Por plata. Pero así se crea dinero, no riqueza. Se puede ver clarito en Santiago del Estero. El gobernador actual (Gerardo Zamora) es mejor que el nefasto Carlos Juárez, pero la dinámica económica avanzando sobre la frontera agrícola, hace que los campesinos estén cada vez peor, por más que Juárez ya no esté.

-El gobierno exhibe cifras sobre baja de la desocupación y la pobreza.

-Puede haber un coletazo de un crecimiento debido al consumo (autos, departamentos) y a la especulación (grupos inversores poco claros), no a lo productivo. Pero el 50 % de los trabajadores está en negro, los niveles de pobreza son enormes, la brecha entre ingresos es cada vez mayor, cosa típica de país conservador. No se rompe con el mercado internacional, ni con la lógica actual, y en ese sentido digo que la diferencia entre Macri y Kirchner no es tanta.

-Volvimos a Macri, modelo del resurgimiento de las ideas de seguridad, mano dura, criminalización de la pobreza y la protesta.

-No me cabe duda sobre que tenga mayores intenciones represivas. (Se ríe) Si uno es federalista, tiene que sostener que la policía debe estar dirigida por cada provincia. Pero ahora prefiero y me alegra que no se la den a Macri. De todos modos, esto me hace acordar a cuando iba a subir Menem, había amigos que decían “va a haber progroms (persecuciones sistemáticas a los judíos) en las calles de Buenos Aires”. Y resulta que Menem terminó apretando por el lado que menos esperaban todos: el Estado de Derecho. Con eso reventó a medio mundo. Sobre Macri, tampoco creo que sea tan fácil reprimir a los piqueteros, barrer a la Villa 31. una cosa es la intención, y otra la correlación de fuerzas. Telerman no metió las topadoras porque no pudo. Que gane Macri me parece que a uno lo afecta sobre todo psicológicamente: más de lo mismo.

-¿Qué puede pasar en octubre?

-Yo supongo que esto le cambiará algún plan a Kirchner. Soy de los que opino que si se presenta Cristina, no gana las elecciones. Pero es una percepción seguramente discutible. Yo creo que pierde. Para mí es la expresión de la frivolidad extrema, cosa que no es Kirchner. Que Cristina se cuelgue carteras que valen lo mismo que un departamento es una obscenidad. Siendo funcionaria pública, senadora, aunque lo haya pagado de su bolsillo. Mucha gene lo percibe. No es Eva Perón, que e cargaba de joyas como una revancha de los pobres.

-¿Quién le ganaría de los actuales opositores?

-Bueno, por eso decía que todo esto es discutible, porque tampoco hay quien se le oponga. Pero insisto, estas ingenierías me parecen lo menos importante. La cuestión de fondo es que este modelo productivo sigue siendo el que creó Menem, continuado por la Alianza y ahora por Kirchner. Nadie modificó nada, salvo la cuota de retención a los exportadores para manipular los planes sociales.

-¿Qué cosas le darían la impresión de que existe intención de realizar un cambio?

-Muy a la ligera, le tomaría la palabra al gobierno con lo que dij que iba a hacer, un plan nacional de transporte que permita qu elos ferrocarriles vuelvan a todas partes. Un plan de salud en serio. Que se vaya a fondo en la cuestión de la educación. Esto para mí incluye dar vuelta a la Universidad, que es la mayor productora de mucha de la canallería actual, por el modo en que manipula el conocimiento y el pensamiento en el área científica y en la social, para que todo siga como está.
Otra cuestión sería poner un coto muy férreo del Estado sobre los elementos productivos que tiene el país. El petróleo es obvio: Pino Solanas ya lo ha explicado largamente. La cuestión de la minería es de una gravedad absoluta, y nadie habla ni debate ni informa del tema, salvo las asambleas y medios que se interesan por estos temas. Las leyes mineras de la época de Menem tendrían que ser quemadas, son lo más criminal que hizo ese gobierno. Entonces uno dice ¿qué pasa señor presidente, por qué no anula esas leyes escandalosas, si usted no es un neoliberal? Cuando se ve lo que están haciendo en la Cordillera, se te achica el corazón.

-¿Y dónde hay que buscar esos signos de vitalidad de la política que usted menciona?

-Una paradoja es que a lo mejor el progreso proviene de quienes resisten al progreso. Hay muchas asambleas que en la propia Cordillera se oponen a las mineras, ya hablé de Gualeguaychú, Esquel, son pequeñas y múltiples experiencias que muestran formas nuevas de política. La política no es lo que se ve en televisión. La ecología ya no es un problema de gordos europeos, es un tema de vida o muerte para nosotros. O las fábricas recuperadas, o cualquier intento por dar vuelta y revisar todo lo que hace la Universidad.

-¿Se trataría de una democracia participativa?

-No me gusta esa idea, o en realidad no me gusta la idea de ponerle a algo un sello. Digo: “Democracia participativa” y parece que encontré la solución y se cerró el problema. Me parece espantoso por ejemplo que la Universidad ni piense en estos temas. Que no pueda salirse de la lógica democrática para criticar a la democracia. Yo entiendo a la democracia como verbo, como acción. Hay que hablar de acción democrática. Si uno le agrega el adjetivo “participativa” parece que resolvimos el problema. No me parece mal, lo que me parece mal es creer que es una fórmula cerrada que resuelve el asunto. Tampoco estoy diciendo que esos ejemplos como Gualeguaychú sean otra solución, sino interesantísimos campos de experimentación para pensar los cambios y también los problemas de estas formas.
Para mi la democracia no es siquiera un estado institucional, que puede ser muy poco democrático. Democracia no es votar. Votar es un acto pasivo de elegir a alguien que haga las cosas. Democracia sería decir: hagamos las cosas nosotros. Por supuesto, habrá personas, funcionarios, pero de los problemas nos hacemos cargo todos. Lo que no hay que pensar es que todo, la democracia, como antes se quiso hacer con el socialismo, se puede planificar de antemano. Lo peor que tuvo el socialismo fue pensar que se podía planificar todo. La democracia para mi es lo contrario: es acción.

-¿Y hoy?

-Para mi es uno de los momentos de menor acción como vida democrática, salvo la época de la dictadura de Videla. Pero hasta en dictaduras más blandas, como la de Onganía, los sindicatos actuaban, había movlizaciones, la gente se reunía, discutiba, creaba situaciones, organizaciones, creaba cultura. Ahora uno nota una cosa más declamativa, pero no real. De todos modos insisto en que hay cantidad de experiencias que vuelven a mostrar la política como acción y que rompen la peor lógica de este sistema representativo: la pasividad.



Fuente: lavaca







1 comentarios:

Diego F. dijo...

Muy buena la entrevista, un interesante punto de vista.

Saludos!