Otro día

Hoy, domingo
a cuatrocientos pájaros sobre la noche,
con la resaca de mis manos repetidas
y el naufragio de agonizantes goteras,
quiso mi silencio de arqueadas ojeras
escribir al compás de sus espasmos un poema,
de palabras posesas, de paisajes obscenos,
que ponga al mundo en cuenta, más o menos,
del peligro terrorista más exuberante:
el criminal perfume de su boca núclear, mirándome,
el atentado de exóticos colores que sus ojos sentencian,
la belleza en el misterio blanco de su carne
cual una masacre de mercenarios poetas mediocres
como un suicidio de noticieros encendidos durante la luna.
Asuntos así quiso decir mi domingo
pero alguna injustificable excusa dejó incompleta esta tarea
y preferí dejarlo
para otro día.