Islas

Subo acá dos videos que me dejaron boquiabierto.
El primer video se lo pedimos prestado a El Señor de Abajo; y es para algunos ( como yo ) bastante revelador. Se trata de Reynaldo Arenas, pero más allá de eso presten atención al discurso de Fidel.



El segundo es un corto brasileño que encontré en Mundo Perverso; lo había escuchado nombrar por ahí, me habían comentado que está bueno...y efectivamente, es un corto recomendable.

La mujer parecida a mí

Hace algunos veranos empecé a tener la idea de que yo había sido caballo. Al llegar la noche ese pensamiento venía a mí como a un galpón de mi casa. Apenas yo acostaba mi cuerpo de hombre, ya empezaba a andar mi recuerdo de caballo.
En una de las noches yo andaba por un camino de tierra y pisaba las manchas que hacían las sombras de los árboles. De un lado me seguía la luna; en el lado opuesto se arrastraba mi sombra; ella, al mismo tiempo que subía y bajaba los terrones, iba tapando las huellas. En dirección contraria venían llegando, con gran esfuerzo, los árboles, y mi sombra se estrechaba con la de ellos.
Yo iba arropado en mi carne cansada y me dolían las articulaciones próximas a los cascos. A veces olvidaba la combinación de mis manos con mis patas traseras, daba un traspiés y estaba a punto de caerme.
De pronto sentía olor a agua; pero era un agua pútrida que había en una laguna cercana. Mis ojos eran también como lagunas y en sus superficies lacrimosas e inclinadas se reflejaban simultáneamente cosas grandes y chicas, próximas y lejanas. Mi única ocupación era distinguir las sombras malas y las amenazas de los animales y los hombres; y si bajaba la cabeza hasta el suelo para comer los pastitos que se guarecían junto a los árboles, debía evitar también las malas hierbas. Si se me clavaban espinas tenía que mover los belfos hasta que ellas se desprendieran.
En las primeras horas de la noche y a pesar del hambre, yo no me detenía nunca. Había encontrado en el caballo algo muy parecido a lo que había dejado hacía poco en el hombre: una gran pereza; en ella podían trabajar a gusto los recuerdos. Además, yo había descubierto que para que los recuerdos anduvieran, tenía que darles cuerda caminando. En esa ilusión de que todavía podía ser feliz. Me tapaba los ojos con una bolsa; me prendía a un balancín enganchado a una vara que movía un aparato como el de las norias, pero que él utilizaba para la máquina de amasar. Yo daba vueltas horas enteras llevando la vara, que giraba como un minutero. Y así, sin tropiezos, y con el ruido de mis pasos y de los engranajes, iba pasando mis recuerdos.
Trabajábamos hasta tarde de la noche; después él me daba de comer y con el ruido que hacía el maíz entre los dientes seguían deslizándose mis pensamientos.
(En este instante, siendo caballo, pienso en lo que me pasó hace poco tiempo, cuando todavía era hombre. Una noche que no podía dormir porque sentía hambre, recordé que en el ropero tenía un paquete de pastillas de menta. Me las comí; pero al masticarlas hacían un ruido parecido al maíz.)
Ahora, de pronto, la realidad me trae a mi actual sentido de caballo. Mis pasos tienen un eco profundo; estoy haciendo sonar un gran puente de madera.
Por caminos muy distintos he tenido siempre los mismos recuerdos. De día y de noche ellos corren por mi memoria como los ríos de un país. Algunas veces yo los contemplo; y otras veces ellos se desbordan.

En mi adolescencia tuve un odio muy grande por el peón que me cuidaba. Él también era adolescente. Ya se había entrado el sol cuando aquel desgraciado me pegó en los hocicos; rápidamente corrió el incendio por mi sangre y me enloquecí de furia. Me paré de manos y derribé al peón mientras le mordía la cabeza; después le trituré un muslo y alguien vio cómo me volaba la crin cuando me di vuelta y lo rematé con las patas de atrás.
Al otro día mucha gente abandonó el velorio para venir a verme en el instante en que varios hombres vengaron aquella muerte. Me mataron el potro y me dejaron hecho un caballo.
Al poco tiempo tuve una noche muy larga; conservaba de mi vida anterior algunas “mañas” y esa noche utilicé la de saltar un cerco que daba sobre un camino; apenas pude hacerlo y salí lastimado. Empecé a vivir una libertad triste. Mi cuerpo no sólo se había vuelto pesado sino que todas sus partes querían vivir una vida independiente y no realizar ningún esfuerzo; parecían sirvientes que estaban contra el dueño y hacían todo de mala gana. Cuando yo estaba echado y quería levantarme, tenía que convencer a cada una de las partes. Y a último momento siempre había protestas y quejas imprevistas. El hambre tenía mucha astucia para reunirlas; pero lo que más pronto las ponía de acuerdo era el miedo de la persecución. Cuando un mal dueño apaleaba a una de las partes, todas se hacían solidarias y procuraban evitar mayores males a las desdichadas; además, ninguna estaba segura. Yo trataba de elegir dueños de cercos bajos; y después de la primera paliza me iba y empezaba el hambre y la persecución.
Una vez me tocó un dueño demasiado cruel. Al principio me pegaba nada más que cuando yo lo llevaba encima y pasábamos frente a la casa de la novia. Después empezó a colocar la carga del carro demasiado atrás; a mí me levantaba en vilo y yo no podía apoyarme para hacer fuerza; él, furioso, me pegaba en la barriga, en las patas y en la cabeza. Me fui una tardecita; pero tuve que correr mucho antes de poder esconderme en la noche. Crucé por la orilla de un pueblo y me detuve un instante cerca de una choza; había fuego encendido y a través del humo y de una pequeña llama inconstante veía en el interior a un hombre con el sombrero puesto. Ya era la noche; pero seguí.
Apenas empecé a andar de nuevo me sentí más liviano. Tuve la idea de que algunas partes de mi cuerpo se habrían quedado o andarían perdidas en la noche. Entonces, traté de apurar el paso.
Había unos árboles lejanos que tenían luces movedizas entre las copas. De pronto comprendí que en la punta del camino se encendía un resplandor. Tenía hambre, pero decidí no comer hasta llegar a la orilla de aquel resplandor. Sería un pueblo. Yo iba recogiendo el camino cada vez más despacio y el resplandor que estaba en la punta no llegaba nunca. Poco a poco me fui dando cuenta que ninguna de mis partes había desertado. Me venían alcanzando una por una; la que no tenía hambre tenía cansancio; pero habían llegado primero las que tenían dolores. Yo ya no sabía cómo engañarlas; les mostraba el recuerdo del dueño en el momento que las desensillaba; su sombra corta y chata se movía lentamente alrededor de todo mi cuerpo. Era a ese hombre a quien yo debía haber matado cuando era potro, cuando mis partes no estaban divididas, cuando yo, mi furia y mi voluntad éramos una sola cosa.Empecé a comer algunos pastos alrededor de las primeras casas. Yo era una cosa fácil de descubrir porque mi piel tenía grandes manchas blancas y negras; pero ahora la noche estaba avanzada y no había nadie levantado. A cada momento yo resoplaba y levantaba polvo; yo no lo veía, pero me llegaba a los ojos. Entré a una calle dura donde había un portón grande. Apenas crucé el portón vi manchas blancas que se movían en la oscuridad. Eran guardapolvos de niños. Me espantaron y yo subí una escalerita de pocos escalones. Entonces me espantaron otros que había arriba. Yo hice sonar mis cascos en un piso de madera y de pronto aparecí en una salita iluminada que daba a un público. Hubo una explosión de gritos y de risas. Los niños vestidos de largo que había en la salita salieron corriendo; y del público ensordecedor, donde también había muchos niños, sobresalían voces que decían: “Un caballo, un caballo...” Y un niño que tenía las orejas como si se las hubiera doblado encajándose un sombrero grande, gritaba: “Es el tubiano de los Méndez”. Por fin apareció, en el escenario, la maestra. Ella también se reía; pero pidió silencio, dijo que faltaba poco para el fin de la pieza y empezó a explicar cómo terminaba. Pero fue interrumpida de nuevo. Yo estaba muy cansado, me eché en la alfombra y el público volvió a aplaudirme y a desbordarse. Se dio por terminada la función y algunos subieron al escenario. Una niña como de tres años se le escapó a la madre, vino hacia mí y puso su mano, abierta como una estrellita, en mi lomo húmedo de sudor. Cuando la madre se la llevó, ella levantaba la manita abierta y decía: “Mamita, el caballo está mojado”.
Un señor, aproximando su dedo índice a la maestra como si fuera a tocar un timbre, le decía con suspicacia: “Usted no nos negará que tenía preparada la sorpresa del caballo y que él entró antes de lo que usted pensaba. Los caballos son muy difíciles de enseñar. Yo tenía uno...” El niño que tenía las orejas dobladas me levantó el belfo superior y mirándome los dientes dijo: “Este caballo es viejo”. La maestra dejaba que creyeran que ella había preparado la sorpresa del caballo. Vino a saludarla una amiga de la infancia. La amiga recordó un enojo que habían tenido cuando iban a la escuela; y la maestra recordó a su vez que en aquella oportunidad la amiga le había dicho que tenía cara de caballo. Yo miré sorprendido, pues la maestra se me parecía. Pero de cualquier manera aquello era una falta de respeto para con los seres humildes. La maestra no debía haber dicho eso estando yo presente.
Cuando el éxito y las resonancias se iban apagando, apareció un joven en el pasillo de la platea, interrumpió a la maestra —que estaba hablándoles a la amiga de la infancia y al hombre que movía el índice como si fuera a apretar un timbre— y él gritó:
—Tomasa, dice don Santiago que sería más conveniente que fuéramos a conversar a la confitería, que aquí se está gastando mucha luz.
—¿Y el caballo?
—Pero, querida, no te vas a quedar toda la noche ahí con él.
—Ahora va a venir Alejandro con una cuerda y lo llevaremos a casa.
El joven subió al escenario, siguió conversando para los tres y trabajando contra mí.
—A mí me parece que Tomasa se expone demasiado llevando ese caballo a casa de ella. Ya las de Zubiría iban diciendo que una mujer sola en su casa, con un caballo que no piensa utilizar para nada, no tiene sentido; y mamá también dice que ese caballo le va a traer muchas dificultades.
Pero Tomasa dijo:
—En primer lugar yo no estoy sola en mi casa porque Candelaria algo me ayuda. Y en segundo lugar, podría comprar una volanta, si es que esas solteronas me lo consienten.
Después entró Alejandro con la cuerda; era el chiquilín de las orejas dobladas. Me ató la soga al pescuezo y cuando quisieron hacerme levantar yo no podía moverme. El hombre del índice, dijo:
—Este animal tiene las patas varadas; van a tener que hacerle una sangría.
Yo me asusté mucho, hice un gran esfuerzo y logré pararme. Caminaba como si fuera un caballo de madera; me hicieron salir por la escalerita trasera y cuando estuvimos en el patio Alejandro me hizo un medio bozal, se me subió encima y empezó a pegarme con los talones y con la punta de la cuerda. Di la vuelta al teatro con increíble sufrimiento; pero apenas nos vio la maestra hizo bajar a Alejandro.

Mientras cruzábamos el pueblo y a pesar del cansancio y de la monotonía de mis pasos, yo no me podía dormir. Estaba obligado, como un organito roto y desafinado, a ir repitiendo siempre el mismo repertorio de mis achaques. El dolor me hacía poner atención en cada una de las partes del cuerpo, a medida que ellas iban entrando en el movimiento de los pasos. De vez en cuando, y fuera de este ritmo, me venía un escalofrío en el lomo; pero otras veces sentía pasar, como una brisa dichosa, la idea de lo que ocurriría después, cuando estuviera descansando; yo tendría una nueva provisión de cosas para recordar.
La confitería era más bien un café; tenía billares de un lado y salón para familias del otro. Estas dos reparticiones estaban separadas por una baranda de anchas columnas de madera. Encima de la baranda había dos macetas forradas de papel crepé amarillo; una de ellas tenía una planta casi seca y la otra no tenía planta; en medio de las dos había una gran pecera con un solo pez. El novio de la maestra seguía discutiendo: casi seguro que era por mí. En el momento en que habíamos llegado, la gente que había en el café y en el salón de familias —muchos de ellos habían estado en el teatro— se rieron y se renovó un poco mi éxito. Al rato vino el mozo del café con un balde de agua; el balde tenía olor a jabón y a grasa, pero el agua estaba limpia. Yo bebía brutalmente y el olor del balde me traía recuerdos de la intimidad de una casa donde había sido feliz. Alejandro no había querido atarme ni ir para adentro con los demás; mientras yo tomaba agua me tenía de la cuerda y golpeaba con la punta del pie como si llevara el compás a una música. Después me trajeron pasto seco. El mozo dijo:
—Yo conozco este tubiano.
Y Alejandro, riéndose, lo desengañó:
—Yo también creí que era el tubiano de los Méndez.
—No, ése no —contestó en seguida el mozo—; yo digo otro que no es de aquí.
La niña de tres años que me había tocado en el escenario apareció de la mano de otra niña mayor; y en la manita libre traía un puñadito de pasto verde que quiso agregar al montón donde yo hundía mis dientes; pero me lo tiró en la cabeza y dentro de una oreja.
Esa noche me llevaron a la casa de la maestra y me encerraron en un granero; ella entró primero; iba cubriendo la luz de la vela con una mano.
Al otro día yo no me podía levantar. Corrieron una ventana que daba al cielo y el señor del índice me hizo una sangría. Después vino Alejandro, puso un banquito cerca de mí, se sentó y empezó a tocar una armónica. Cuando me pude parar me asomé a la ventana; ahora daba sobre una bajada que llegaba hasta unos árboles; por entre sus troncos veía correr, continuamente, un río. De allí me trajeron agua; y también me daban maíz y avena. Ese día no tuve deseos de recordar nada. A la tarde vino el novio de la maestra; estaba mejor dispuesto hacia mí; me acarició el cuello y yo me di cuenta, por la manera de darme los golpecitos, que se trataba de un muchacho simpático. Ella también me acarició; pero me hacía daño; no sabía acariciar a un caballo; me pasaba las manos con demasiada suavidad y me producía cosquillas desagradables. En una de las veces que me tocó la parte de adelante de la cabeza, yo dije para mí: “¿Se habrá dado cuenta que ahí es donde nos parecemos?” Después el novio fue del lado de afuera y nos sacó una fotografía a ella y a mí asomados a la ventana. Ella me había pasado un brazo por el pescuezo y había recostado su cabeza en la mía.
Esa noche tuve un susto muy grande. Yo estaba asomado a la ventana, mirando el cielo y oyendo el río, cuando sentí arrastrar pasos lentos y vi una figura agachada. Era una mujer de pelo blanco. Al rato volvió a pasar en dirección contraria. Y así todas las noches que viví en aquella casa. Al verla de atrás con sus caderas cuadradas, las piernas torcidas y tan agachada, parecía una mesa que se hubiera puesto a caminar. El primer día que salí la vi sentada en el patio pelando papas con un cuchillo de mango de plata. Era negra. Al principio me pareció que su pelo blanco, mientras inclinaba la cabeza sobre las papas, se movía de una manera rara; pero después me di cuenta que, además del pelo, tenía humo; era de un cachimbo pequeño que apretaba a un costado de la boca. Esa mañana Alejandro le preguntó:
—Candelaria, ¿le gusta el tubiano?
Y ella contestó:
—Ya vendrá el dueño a buscarlo.
Yo seguía sin ganas de recordar.

Un día Alejandro me llevó a la escuela. Los niños armaron un gran alboroto. Pero hubo uno que me miraba fijo y no decía nada. Tenía orejas grandes y tan separadas de la cabeza que parecían alas en el momento de echarse a volar; los lentes también eran muy grandes; pero los ojos, bizcos, estaban junto a la nariz. En un momento en que Alejandro se descuidó, el bizco me dio tremenda patada en la barriga. Alejandro fue corriendo a contarle a la maestra; cuando volvió, una niña que tenía un tintero de tinta colorada me pintaba la barriga con el tapón en un lugar donde yo tenía una mancha blanca; en seguida Alejandro volvió a la maestra diciéndole: “Y esta niña le pintó un corazón en la barriga”.
A la hora del recreo otra niña trajo una gran muñeca y dijo que a la salida de la escuela la iban a bautizar. Cuando terminaron las clases, Alejandro y yo nos fuimos en seguida; pero Alejandro me llevó por otra calle y al dar vuelta la iglesia me hizo parar en la sacristía. Llamó al cura y le preguntó:
—Diga, padre, ¿cuánto me cobraría por bautizarme el caballo?
—¡Pero mi hijo! Los caballos no se bautizan.
Y se puso a reír con toda la barriga.
Alejandro insistió:
—¿Usted se acuerda de aquella estampita donde está la virgen montada en el burro?
—Sí.
—Bueno, si bautizan el burro, también pueden bautizar el caballo.
—Pero el burro no estaba bautizado.
—¿Y la virgen iba a ir montada en un burro sin bautizar?
El cura quería hablar; pero se reía.
Alejandro siguió:
—Usted, bendijo la estampita; y en la estampita estaba el burro.

Nos fuimos muy tristes.
A los pocos días nos encontramos con un negrito y Alejandro le preguntó:
—¿Qué nombre le pondremos al caballo?
El negrito hacía esfuerzo por recordar algo. Al fin dijo:
—¿Cómo nos enseñó la maestra que había que decir cuando una cosa era linda?
—Ah, ya sé —dijo Alejandro—, “ajetivo”.
A la noche Alejandro estaba sentado en el banquito, cerca de mí, tocando la armónica, y vino la maestra.
—Alejandro, vete para tu casa que te estarán esperando.
—Señorita: ¿Sabe qué nombre le pusimos al tubiano? “Ajetivo”.
—En primer lugar, se dice “adjetivo”; y en segundo lugar, adjetivo no es nombre; es... adjetivo —dijo la maestra después de un momento de vacilación.

Una tarde que llegamos a casa yo estaba complacido porque había oído decir detrás de una persiana: “Ahí va la maestra y el caballo”.
Al poco rato de hallarme en el granero —era uno de los días que no estaba Alejandro— vino la maestra, me sacó de allí y con un asombro que yo nunca había tenido, vi que me llevaba a su dormitorio. Después me hizo las cosquillas desagradables y me dijo: “Por favor, no vayas a relinchar”. No sé por qué salió en seguida. Yo, solo en aquel dormitorio, no hacía más que preguntarme: “¿Pero qué quiere esta mujer de mí?” Había ropas revueltas en las sillas y en la cama. De pronto levanté la cabeza y me encontré conmigo mismo, con mi olvidada cabeza de caballo desdichado. El espejo también mostraba partes de mi cuerpo; mis manchas blancas y negras parecían también ropas revueltas. Pero lo que más me llamaba la atención era mi propia cabeza; cada vez yo la levantaba más. Estaba tan deslumbrado que tuve que bajar los párpados y buscarme por un instante a mí mismo, a mi propia idea de caballo cuando yo era ignorado por mis ojos.
Recibí otras sorpresas. Al pie del espejo estábamos los dos, Tomasa y yo, asomados a la ventana en la foto que nos sacó el novio. Y de pronto las patas se me aflojaron; parecía que ellas hubieran comprendido, antes que yo, de quién era la voz que hablaba afuera. No pude entender lo que “él” decía, pero comprendí la voz de Tomasa cuando le contestó: “conforme se fue de su casa, también se fue de la mía. Esta mañana le fueron a traer el pienso y el granero estaba tan vacío como ahora”.
Después las voces se alejaron. En cuanto me quedé solo se me vinieron encima los pensamientos que había tenido hacía unos instantes y no me atrevía a mirarme al espejo. ¡Parecía mentira! ¡Uno podía ser un caballo y hacerse esas ilusiones! Al mucho rato volvió la maestra. Me hizo las cosquillas desagradables; pero más daño me hacía su inocencia.
Pocas tardes después Alejandro estaba tocando la armónica cerca de mí. De pronto se acordó de algo; guardó la armónica, se levantó del banquito y sacó de un bolsillo la foto donde estábamos asomados Tomasa y yo. Primero me la puso cerca de un ojo; viendo que a mí no me ocurría nada, me la puso un poco más lejos; después hizo lo mismo con el otro ojo y por último me la puso de frente y a distancia de un metro. A mí me amargaban mis pensamientos culpables. Una noche que estaba absorto escuchando al río, desconocí los pasos de Candelaria, me asusté y pegué una patada al balde de agua. Cuando la negra pasó dijo: “No te asustes, que ya volverá tu dueño”. Al otro día Alejandro me llevó a nadar al río; él iba encima mío y muy feliz en su bote caliente. A mí se me empezó a oprimir el corazón y casi en seguida sentí un silbido que me heló la sangre; yo daba vuelta mis orejas como si fueran periscopios. Y al fin llegó la voz de “él” gritando: “Ese caballo es mío”. Alejandro me sacó a la orilla y sin decir nada me hizo galopar hasta la casa de la maestra. El dueño venía corriendo detrás y no hubo tiempo de esconderme. Yo estaba inmóvil en mi cuerpo como si tuviera puesto un ropero. La maestra le ofreció comprarme. Él le contestó: “Cuando tenga sesenta pesos, que es lo que me costó a mí, vaya a buscarlo”. Alejandro me sacó el freno, añadido con cuerdas pero que era de él. El dueño me puso el que traía. La maestra entró en su dormitorio y yo alcancé a ver la boca cuadrada que puso Alejandro antes de echarse a llorar. A mí me temblaban las patas; pero él me dio un fuerte rebencazo y eché a andar. Apenas tuve tiempo de acordarme que yo no le había costado sesenta pesos: él me había cambiado por una pobre bicicleta celeste sin gomas ni inflador. Ahora empezó a desahogar su rabia pegándome seguido y con todas sus fuerzas. Yo me ahogaba porque estaba muy gordo. ¡Bastante que me había cuidado Alejandro! Además, yo había entrado a aquella casa por un éxito que ahora quería recordar y había conocido la felicidad hasta el momento en que ella me trajo pensamientos culpables. Ahora me empezaba a subir de las entrañas un mal humor inaguantable. Tenía mucha sed y recordaba que pronto cruzaría un arroyito donde un árbol estiraba un brazo seco casi hasta el centro del camino. La noche era de luna y de lejos vi brillar las piedras del arroyo como si fueran escamas. Casi sobre el arroyito empecé a detenerme; él comprendió y me empezó a pegar de nuevo. Por unos instantes me sentí invadido por sensaciones que se trababan en lucha como enemigos que se encuentran en la oscuridad y que primero se tantean olfateándose apresuradamente. Y en seguida me tiré para el lado del arroyito donde estaba el brazo seco del árbol. Él no tuvo tiempo más que para colgarse de la rama dejándome libre a mí; pero el brazo seco se partió y los dos cayeron al agua luchando entre las piedras. Yo me di vuelta y corrí hacia él en el momento en que él también se daba vuelta y salía de abajo de la rama. Alcancé a pisarlo cuando su cuerpo estaba de costado; mi pata resbaló sobre su espalda; pero con los dientes le mordí un pedazo de la garganta y otro pedazo de la nuca. Apreté con toda mi locura y me decidí a esperar, sin moverme. Al poco rato, y después de agitar un brazo, él también dejó de moverse. Yo sentía en mi boca su carne ácida y su barba me pinchaba la lengua. Ya había empezado a sentir el gusto a la sangre cuando vi que se manchaban el agua y las piedras.
Crucé varias veces el arroyito de un lado para otro sin saber qué hacer con mi libertad. Al fin decidí ir a lo de la maestra; pero a los pocos pasos me volví y tomé agua cerca del muerto.
Iba despacio porque estaba muy cansado; pero me sentía libre y sin miedo. ¡Qué contento se quedaría Alejandro! ¿Y ella? Cuando Alejandro me mostraba aquel retrato yo tenía remordimientos. Pero ahora, ¡cuánto deseaba tenerlo!
Llegué a la casa a pasos lentos; pensaba entrar al granero; pero sentí una discusión en el dormitorio de Tomasa. Oí la voz del novio hablando de los sesenta pesos; sin duda los que hubiera necesitado para comprarme. Yo ya iba a alegrarme de pensar que no les costaría nada, cuando sentí que él hablaba de casamiento; y al final, ya fuera de sí y en actitud de marcharse, dijo: “O el caballo o yo”.
Al principio la cabeza se me iba cayendo sobre la ventana colorada que daba al dormitorio de ella. Pero después, y en pocos instantes, decidí mi vida. Me iría. Había empezado a ser noble y no quería vivir en un aire que cada día se iría ensuciando más. Si me quedaba llegaría a ser un caballo indeseable. Ella misma tendría para mí, después, momentos de vacilación.
No sé bien cómo es que me fui. Pero por lo que más lamentaba no ser hombre era por no tener un bolsillo donde llevarme aquel retrato.

Felisberto Hernández.

Fíjense qué estirpe

Encontre una entrevista muy interesante que Eduardo Sartelli le hizo a Osvaldo Bayer en mayo del año pasado. Posteo lo que para mí es la parte más destacada.

Con respecto a Kirchner hay una situación similar a lo que hablábamos antes de "la Patagonia." Parece que es una especie de territorio donde la violencia circula con mayor libertad y se producen hechos de los cuales la gente no se entera o que fácilmente se encubren. Otra vez tenemos un presidente democrático y “popular”, para peor, hijo de esa región, y está lleno de decenas y centenares de militantes presos, detenidos, muertos...

Miren, mi experiencia con respecto a Kirchner es la siguiente: mientras fue gobernador hizo todo lo que le dijo Menem. Privatizó todo, petróleo, carbón, todo. Además molió a palos a los obreros del carbón que se rebelaron contra eso, los mandó a reprimir. Segundo, a la señalización de tumbas masivas, del monumento a Facón Grande, etc., él no vino nunca como gobernador. Cuando es el hecho más importante de la historia de Santa Cruz. Porque Santa Cruz tiene como historia a los españoles de Magallanes que en San Julián se agarraron a puñaladas entre ellos y el genocidio que se hizo contra los tehuelches, que lo hacen los estancieros ingleses. Pero después están las huelgas como hecho más importante. Bueno, él no vino. Pese a que ahí está, a 120 km de la capital, la estancia “La Anita” donde están los 610 fusilados. Allí se puso un monolito. A todos estos monumentos los financió UATRE, la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores, es decir, el sindicato de peones rurales. El gobierno de la provincia no intervino para nada, siendo Kirchner gobernador. Por ejemplo, cuando inauguramos el monolito de la estancia “La Anita”, el Señor Gobernador, Kirchner, mandó... al Jefe de Policía de la provincia. Entonces, vino todo lleno de dorado, y dice “Ah, Osvaldo Bayer, yo leí sus cuatro tomos”. Y yo lo miré y le dije “¡Qué paciencia tiene, eh!” y le di vuelta la espalda. Porque no puede ser, eso es una provocación: si la policía de aquel tiempo ayudó al ejército a matar a los obreros, cómo me va a mandar al Jefe. ¿O quiso quedar bien con los estancieros?
Otro ejemplo: en tiempos del gobernador peronista Puriccelli, la Legislatura provincial votó, por unanimidad (menos el de una diputada, la hija mayor de un policía represor del cual yo hablo siempre en mis libros), a favor de que mi libro fuera lectura obligatoria en las escuelas secundarias. El gobernador peronista Puriccelli vetó la ley, diciendo que “todavía no había llegado el tiempo”. No sé cuánto van a esperar. Cuando sube Kirchner, le mandé veinticinco cartas para que terminaran con ese veto y, hasta ahora, no respondió. Hay que reconocer que, últimamente, siendo presidente, a hecho muchas cosas con Derechos Humanos que los otros no hicieron. Pero no cuando, ante la huelga de Las Heras, envió inmediatamente a la gendarmería. Yo le escribí una carta y le dije “Sr. Presidente, no mande a la gendarmería, vaya usted personalmente, a su tierra, dialogue con los obreros y va a encontrar una solución.”

¿Le contestó la carta?

No. Porque nosotros tenemos, por problemas familiares, una antigua discusión que viene de hace muchísimos años. Ocurre que el abuelo de Kirchner era amigo de mi padre, cuando vivió mi padre en Santa Cruz. Y mi padre no se había dado cuenta que el abuelo de Kirchner era usurero, prestaba dinero a altos intereses. Entonces, una vez, vino el abuelo de Kirchner todo apresurado y le dijo a mi padre: “necesito urgente 10.000 pesos, me los tienes que prestar”. Y mi padre le los dio. En aquel tiempo era muchísimo dinero, se podía comprar una casa. Y nunca se los devolvió. Así que imagináte la deuda que tiene la familia Kirchner con la mía. Yo esto siempre lo cuento porque, cuando hago la investigación de las huelgas patagónicas, me encuentro con los volantes obreros que dicen “Kirchner, explotador, miserable”. Y todo lo publiqué. Él trató de rehabilitarse, siendo presidente. De pronto me llaman por teléfono, de la Presidencia de la Nación, “Sr. Bayer, el Presidente de la Nación lo invita a ver la proyección de La Patagonia Rebelde en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno”. Yo creí que era una cargada, después de estar prohibido y qué sé yo, ahora se da en el Salón Blanco. Vos lo escribís en una novela y dicen que estás loco. Y fue así, se dió. Nos invitó a todos los actores, a mí como autor del libro, a Olivera como director. Y antes de darse la película, entró él y se dirigió hacia mí, me pegó un abrazo bárbaro y, mientras la gente aplaudía, me dijo al oído: “No era mi abuelo, era el hermano de mi abuelo”. Yo lo miré como diciendo “Vamos, nene, no me vengas a meter la mula.”

Esta picardía de Kirchner, de tener una serie de gestos hacia la izquierda y al mismo tiempo una serie de actos hacia la derecha, recuerda un poco a la vieja tradición peronista y al propio Perón ¿no le parece?

Pero claro, en ese sentido desde un principio yo dije que está tratando de imitar a Perón. En el sentido de un poco para uno, un poco para el otro, populismo ¿no? Tener a la gente más o menos tranquila pero cambiar todo para no modificar absolutamente nada. Sigue el sistema, sigue la represión, cuando hay luchas, no sólo como en el asunto de Las Heras, sino también en otros lugares, hay presos políticos, gente que es detenida en manifestaciones, por ejemplo. No sé, vamos a ver, tampoco de un país completamente destruido como venía podemos exigirle todo ahora al señor Kirchner. Pero vamos a ver, vamos a estar expectantes. Yo creo que es un populista.

¿No pasa algo similar a lo que decía recién con el tema del progreso? ¿Quién hizo progresar la sociedad, Roca con dos leyes laicas o todo el proletariado argentino en lucha? Porque buena parte de lo que se avanzó en estos años, incluso la misma posibilidad de que un presidente haga gestos que otros nunca hicieron, como Ud. dice, se lo debemos a la lucha obrera y popular de antes del 2001 y el mismo Argentinazo...

Pero por supuesto. Todas las cosas se consiguen sólo con la lucha. Entonces hay que esclarecer, hay que seguir luchando, hay que seguir militando y combatiendo. Pero creo que la única justicia se obtiene luchando en libertad y no con la dictadura del proletariado o con dictaduras.

En ese sentido, ¿cómo evalúa usted el fin de las Marchas de Resistencia? Después de tantos años de lucha de las Madres de Plaza de Mayo y los organismos de Derechos Humanos, ahora se decreta “que no hay un enemigo en la Rosada” y entonces se suspende uno de los grandes hitos de la historia política argentina.

Mirá, Hebe siempre viene acá a visitarme y hablamos de eso. Me dijo “No, fue aprovechado lo que yo dije, que no es cierto. Lo que pasa es que nosotras, Marchas de Resistencia de 24 horas, las viejas no podemos hacerlas más - dice-. En la última, terminamos descalzas caminando con los pies a la miseria. Eso no quiere decir que todos los jueves no vayamos a seguir nuestras marchas en Plaza de Mayo. Y vamos a estar 45 minutos, con el discurso de siempre. Lo que no vamos a hacer es la marcha de 24 horas.” Fue mal interpretado, es lo que dijo Hebe.

Sus palabras textuales fueron -y hay muchos compañeros históricos de Madres enojados por eso- que ella concibe una esperanza en este gobierno por la línea común con Chávez, con Cuba, con Lula, con Tabaré y que, efectivamente, ya no hay que luchar contra estos representantes del Estado burgués. Es más, dice que está muy contenta con la Ministra de Defensa, eso también es público. Más allá del cansancio, o del fin o no de las marchas en Plaza de Mayo, la frase “ahora hay amigos en la Casa Rosada” le pertenece a Hebe.

No, sin ninguna duda, sin ninguna duda. No se puede desmentir lo que ella ha dicho y ha repetido. Además en sus visitas, eso lo dice ella: “Yo llamo por teléfono y me atiende el presidente”. Eso son cosas de Hebe... se ha equivocado muchas veces Hebe... Pero eso no me quita reconocerle que es una luchadora de primera. Yo la he visto en muchos actos donde puso el cuerpo y puso todo. El asunto aquel de rechazar todas las indemnizaciones, que era mucho dinero, lo hizo y hasta ahora no ha recibido un sólo centavo. Es decir, hay muchas cosas de ella que la hacen grande. Kirchner ha sido muy piola, se las ha trabajado a las Madres. Es el primer presidente que las recibe. Alfonsín nunca las recibió, Menem y De la Rúa tampoco, por supuesto. Además, todo lo que ellas le piden, él accede, en cuanto puede acceder. Entonces ellas creen que a través de este hombre van a obtener muchas cosas, principalmente en Derechos Humanos. Principalmente, lo que quieren, es llegar al castigo absoluto de todos los criminales. Al parecer se están haciendo todas las cosas para que esta gente termine en las cárceles. Ya te digo, yo no soy quién para criticarlas. Es una medida que toma ella. Yo escribo siempre en el diario de las Madres la contratapa y esto de la represión en Las Heras yo lo critiqué abiertamente y Hebe lo publicó.

La entrevista entera esta acá.


Muebles "El Canario"

Dejo un cuentito de un gran escritor uruguayo que " descubrí " recientemente. Espero que guste.


La propaganda de estos muebles me tomó desprevenido. Yo había ido a pasar un mes de vacaciones a un lugar cercano y no había querido enterarme de lo que ocurriera en la ciudad. Cuando llegué de vuelta hacía mucho calor y esa misma noche fui a una playa. Volví a mi pieza más bien temprano y un poco malhumorado por lo que me había ocurrido en el tranvía. Lo tomé en la playa y me tocó sentarme en un lugar que daba al pasillo. Como todavía hacía mucho calor, había puesto mi saco en las rodillas y traía los brazos al aire, pues mi camisa era de manga corta. Entre las personas que andaban por el pasillo hubo una que de pronto me dijo:
—Con su permiso, por favor...
Y yo respondí con rapidez:
—Es de usted.
Pero no sólo no comprendí lo que pasaba sino que me asusté. En ese instante ocurrieron muchas cosas. La primera fue que aun cuando ese señor no había terminado de pedirme permiso, y mientras yo le contestaba, él ya me frotaba el brazo desnudo con algo frío que no sé por qué creí que fuera saliva. Y cuando yo había terminado de decir “es de usted” ya sentí un pinchazo y vi una jeringa grande con letras. Al mismo tiempo una gorda que iba en otro asiento decía:
—Después a mí,
Yo debo haber hecho un movimiento brusco con el brazo porque el hombre de la jeringa dijo:
—¡Ah!, lo voy a lastimar... quieto un...
Pronto sacó la jeringa en medio de la sonrisa de otros pasajeros que habían visto mi cara. Después empezó a frotar el brazo de la gorda y ella miraba operar muy complacida. A pesar de que la jeringa era grande, sólo echaba un pequeño chorro con un golpe de resorte. Entonces leí las letras amarillas. que había a lo largo del tubo: Muebles “El Canario”. Después me dio vergüenza preguntar de qué se trataba y decidí enterarme al otro día por los diarios. Pero apenas bajé del tranvía pensé: “No podrá ser un fortificante; tendrá que ser algo que deje consecuencias visibles si realmente se trata de una propaganda”. Sin embargo, yo no sabía bien de qué se trataba; pero estaba muy cansado y me empeciné en no hacer caso. De cualquier manera estaba seguro de que no se permitiría dopar al público con ninguna droga. Antes de dormirme pensé que a lo mejor habrían querido producir algún estado físico de placer o bienestar. Todavía no había pasado al sueño cuando oí en mí el canto de un pajarito... No tenía la calidad de algo recordado ni del sonido, que nos llega de afuera. Era anormal como una enfermedad nueva; pero también había un matiz irónico; como si la enfermedad se sintiera contenta y se hubiera, puesto a cantar. Estas sensaciones pasaron rápidamente y en seguida apareció algo más concreto: oí sonar en mi cabeza una voz que decía:
—Hola, hola; transmite difusora “El Canario”... hola, hola, audición especial. Las personas sensibilizadas para estas transmisiones... etc., etc...
Todo esto lo oía de pie, descalzo, al costado de la cama y sin animarme a encender la luz; había dado un salto y me había quedado duro en ese lugar; parecía imposible que aquello sonara dentro de mi cabeza. Me volví a tirar en la cama y por último me decidí a esperar. Ahora estaban pasando, indicaciones a propósito de los pagos en cuotas de los muebles “El Canario”. Y de pronto dijeron:
—Como primer número se transmitirá el tango...
Desesperado, me metí debajo de una cobija gruesa; entonces oí todo con más claridad, pues la cobija atenuaba los ruidos de la calle y yo sentía mejor lo que ocurría dentro de mi cabeza... En seguida me saqué la cobija y empecé a caminar por la habitación; esto me aliviaba un poco pero yo tenía como un secreto empecinamiento en oír y en quejarme de mi desgracia. Me acosté de nuevo y al agarrarme de los barrotes de la cama volví a oír el tango con más nitidez.
Al rato me encontraba en la calle: buscaba otros ruidos que atenuaran el que sentía en la cabeza. Pensé en comprar un diario, informarme de la dirección de la radio y preguntar qué había que hacer para anular el efecto de la inyección. Pero vino un tranvía y lo tomé. A los pocos instantes el tranvía pasó por un lugar donde las vías se hallaban en mal estado y el gran ruido me alivió de otro tango que tocaban ahora; pero de pronto miré para dentro del tranvía y vi otro hombre con otra jeringa; le estaba dando inyecciones a unos niños que iban sentados en asientos transversales. Fui hasta allí y le pregunté qué había que hacer para anular el efecto de una inyección que me habían dado hacía una hora. El me miró asombrado y dijo:
—¿No le agrada la transmisión?
—Absolutamente.
—Espere unos momentos y empezará una novela--en episodios.
—Horrible -le dije.
El siguió con las inyecciones y sacudía la cabeza haciendo una sonrisa. Yo no oía más el tango. Ahora volvían a hablar de los muebles. Por fin el hombre de la inyección me dijo:
—Señor, en todos los diarios ha salido el aviso de las tabletas “El Canario”. Si a usted no le gusta, la transmisión se toma una de ellas y pronto.
—¡Pero, ahora todas las farmacias, están !cerradas y yo voy a volverme loco!
En ese instante oí anunciar:
—Y ahora transmitiremos una poesía titulada “Sillón Querido”, soneto compuesto especialmente para los muebles “El Canario”.
Después el hombre de la inyección se acercó a mí para hablarme en secreto y me dijo:
—Yo voy a arreglar su asunto de otra manera. Le cobraré un peso porque le veo cara honrada. Si usted me descubre pierdo el empleo, pues a la compañía le conviene más que se vendan las tabletas.
Yo lo apuré para que me dijera el secreto. Entonces él abrió la mano y dijo:
—Venga el peso. —Y después que se lo di agregó: —Dése un baño de pies bien caliente.


Acá pueden bajarse más textos de Felisberto Hernandez.

Otra vez sopa


Si a esta altura del partido hay gente que sigue sosteniendo que los Kirchner apuestan a un "Proyecto Nacional" que se presenta en el bando contrario de "la política de los noventa"; y si por esos motivos la resultante es que Kristina tenga en las encuestas la mayor intención de voto, quiero anticipar mi salutación a la falta de juicio y a la hijadeputez.
¿Estoy pecando de soberbio? No. Nuestro querido Néstor, ganó las elecciones y logró generar un mínimo de gobernabilidad gracias a una postura pogresista que auspiciaba la "autonomía nacional" en contra de los intereses privados. Su histriónico e incoherente pogresismo, no es mas que el reflejo de un reclamo que la mayoría de la gente viene haciendo durante años.
Ahora demuestra estar del lado de los mismos intereses que prometió combatir . Tal es asi que la oposición (Murphy, Lavagna, Macri, Sobish, Carrio, etc) esgrimió los argumentos más estúpidos que alguna oposicion haya esgrmido alguna vez en democracia, a saber: Krichner es autoritario (Quisiera saber que Presidente, en su función como tal, no lo es), Kirchner era Montonero (Es mentira, pero suponiendolo asi, creo que Menem también lo era y nadie dijo nada), Kirchner mantiene relaciones carnales con gobiernos como el de Chávez (ojala fuera del todo cierto, sin embargo a Kristina se la ve mas cómoda en New York que en cualquier otra parte del mundo).
Si la oposición es la misma inmundicia que los Kirchner demostraron ser en estos últimos años ¿Por que van a votar a Kristina? No entiendo.


El Impenetrable o la agonía Qom

Por Mempo Giardinelli

En estos tiempos el Chaco concita la atención de todo el mundo. Prensa y televisión global vienen a mirar los estragos de la desnutrición que afecta a miles de aborígenes en los bosques que se conocen –ya impropiamente– como El Impenetrable.

Mi colega y amiga Cristina Civale, autora del blog Civilización y Barbarie, del diario Clarín, me invita a acompañarla. No es la primera invitación que recibo, pero sí la primera que acepto. Rehusé viajar antes de las recientes elecciones, porque, obviamente, cualquier impresión escrita se habría interpretado como denuncia electoral. Y yo estoy convencido, desde hace mucho, de que la espantosa situación socioeconómica en que se encuentran los pueblos originarios del Chaco, y su vaciamiento sociocultural, no son mérito de un gobierno en particular de los últimos 30 o 40 años (los hubo civiles y militares; peronistas, procesistas y radicales) sino de todos ellos.

Primero nos detenemos en Sáenz Peña, la segunda ciudad del Chaco (90 mil habitantes), para una visita clandestina –no pedida ni autorizada– al Hospital Ramón Carrillo, el segundo más importante de esta provincia. Civale toma notas y entrevista a pacientes indígenas en las salas de Tisiología, mientras yo recorro los pasillos mojados bajo las infinitas goteras de los techos, y miro las paredes rotas, despintadas y sucias, los patios roñosos y un pozo negro abierto y rebalsando junto a la cocina.

Aunque el frente del hospital está recién pintado, detrás hay un basural a cielo abierto en medio de dos pabellones. Vidrios y muebles rotos, escombros, radiografías, cascotes y deshechos quirúrgicos enmarcan las salas donde los pacientes son sólo cuerpos chupados por enfermedades como la tuberculosis o el Chagas. Me impresiona la mucha gente que hay tirada en los pisos, no sé si son pacientes o familiares, lo mismo da.

Una hora después, en el camino hasta Juan José Castelli –población de 30 mil habitantes que se autocalifica “Portal del Impenetrable”– la desazón y la rabia se perfeccionan al observar lo que queda del otrora Chaco boscoso. Lo que fue imperio de quebrachos centenarios y fauna maravillosa, ahora son campos quemados, de suelo arenoso y desértico, con raigones por doquier esperando las topadoras que prepararán esta tierra para el festival de soja transgénica que asuela nuestro país.

Entramos –nuevamente por atrás– al Hospital de Castelli, que se supone atiende al 90 o 95 por ciento de los aborígenes de todo el Impenetrable. Lo que veo allí me golpea el pecho, las sienes, los huevos: por lo menos dos docenas de seres en condiciones definitivamente inhumanas. Parecen ex personas, apenas piel sobre huesos, cuerpos como los de los campos de concentración nazis.

Una mujer de 37 años que pesa menos de 30 kilos parece tener más de 70. No puede alzar los brazos, no entiende lo que se le pregunta. Cinco metros más allá una anciana (o eso parece) es apenas un montoncito de huesos sobre una cama desvencijada. El olor rancio es insoportable, las moscas gordas parecen ser lo único saludable, no hay médicos a la vista e impera un silencio espeso, pesado y acusador como el de los familiares que esperan junto a las camas, o tirados en el piso del pasillo, también aquí, sobre mantas mugrientas, quietos como quien espera a la Muerte, esa condenada que encima, aquí, se demora en venir.

Siento una furia nueva y creciente, una impotencia absoluta. Le pregunto a una joven enfermera que limpia un aparador vidriado si siempre es así. “Siempre”, responde irguiéndose con un trapo sucio en la mano, “aunque últimamente han sacado muchos, desde que empezó a venir la tele”.

Es flaquita y tiene cara de buena gente: se le ve más resignación que resentimiento. Son 44 enfermeros en todo el hospital pero no alcanzan para los tres turnos. Trabajan ocho horas diarias cinco días por semana y cobran alrededor de mil pesos los universitarios, y menos de 600 los contratados, como ella. Los días de lluvia los techos se llueven y esto es un infierno, dice y señala los machimbres podridos y los pozos negros saturados que revientan de mierda en baños y patios. Y todo se lava con agua, nomás, porque “no tenemos lavandina”.

Camino por otro pasillo y llego a Obstetricia y Pediatría. Allí todos son tobas. Una chiquilla llora ante su hijo, un saquito de huesos morenos con dos ojos enormes que duele mirar. Otra joven dice que no sabe qué tiene su nena pero no quiere que muera, aunque es obvio que se está muriendo. Hay una veintena de camas en el sector y en todas lo mismo: desnutrición extrema, mugre en las sábanas, miles de moscas, desolación y miedo en las miradas.

Después viajamos otra hora y el cuadro se hace más y más grotesco. Paramos en Fortín Lavalle, Villa Río Bermejito, las tierras allende el Puente La Sirena, los parajes El Colchón, El Espinillo y varios más. Son decenas de ranchos de barro y paja, taperas infames donde se hacinan familias de la etnia Qom (tobas). Todas, sin excepción, en condiciones infrahumanas.

Digan lo que digan, estas tierras –más de tres millones de hectáreas– fueron vendidas con los aborígenes dentro. Son varios miles y están ahí desde siempre, pero no tienen títulos, papeles, ni saben cómo conseguirlos. Los amigos del poder sí los tienen, y los hacen valer. El resultado es la devastación del Impenetrable: cuando el bosque se tala, las especies animales desaparecen, se extinguen. Los seres humanos también.

Y aunque algunas buenas almas urbanas digan lo contrario, y se escandalicen ciertas dirigencias, en el ahora ex Impenetrable chaqueño palabras duras como exterminio o genocidio tienen vigencia.

Desfilan ante nuestros ojos enfermos de tuberculosis, Chagas, lesmaniasis, niños empiojados que sólo han comido harina mojada en agua, rodeados de perros flacos, huesudos y ojerosos como sus dueños. Se llaman Margarita, Nazario, Abraham, María y lo mismo da. Casi todos dicen ser evangelistas, de la Asamblea de Dios, de la Iglesia Universal, de “los pentecostales” o “los anglicanos”.

Involuntariamente irónico, evoco a Yupanqui: “Por aquí, Dios no pasó”.

Al caer la tarde estoy quebrado, roto, y sólo atino a borronear estos apuntes, indignado, consciente de su inutilidad. Al partir de regreso veo en un caserío un cartel deshilachado por el sol: “Con la fuerza de Rozas, vote lista 651”. Y en la pared de un rancho de barro, seguramente infestada de vinchucas, veo un corazón rojo como el de los pastores mediáticos brasileños de “Pare de sufrir”. Abajo dice: “Chaco merece más. Vote Capitanich”.

A unos 400 kilómetros de aquí el escrutinio final de las elecciones avanza lenta, nerviosamente. En alguna oficina el ministro de Salud de esta provincia seguirá negando todo esto, mientras el gobernador se prepara para ser senador y vivir en Buenos Aires, bien lejos de aquí, como casi todos los legisladores.

Nunca antes el Chaco ni este país me habían dolido tanto.


Fuente: Laputaquelopario, Página/12

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A nosotros la poesía

(Prólogo a la primera edición de La Rosa Blindada, 1935-1936)


"Sin comprender claramente que sólo con la asimilación completa de la cultura creada por todo el desarrollo de la humanidad se puede organizar una cultura proletaria, no conseguiremos ese objetivo"..."Debemos poner en primer término la instrucción y la educación pública más extensa. Esto creará un terreno favorable a la cultura, a condición, naturalmente, de solucionar el problema del pan. Sobre este terreno debe nacer realmente un nuevo arte comunista que creará la forma que corresponde a su contenido." Lenin.

Vamos hacia un arte sin trabas, hacía el auténtico arte puro, pasando por el arte revolucionario primero y el arte proletario después.


El poeta se dirige a la masa. Si la masa no entiende totalmente es porque, desde luego, debe ser elevada al poeta. No se trata de nivelar a todos, por la revolución, en el hambre y la incultura sino en la comodidad y la cultura.

Ahora bien, existe una masa a la que el poeta puede dirigirse y cumplir su misión principal. Está compuesta por obreros que han podido alcanzar ciertos elementos de cultura; por obreros en quienes la sensibilidad, el instinto poético suple la falta de esos elementos; por intelectuales, artistas, periodistas, pintores, maestros, estudiantes que desean la transformación de la sociedad, que abundan y que son también la masa.

El poeta no debe, pues, renunciar a ser poeta, pero esto no quiere decir que renuncie a ser hombre. En una época como la que vivimos, intensa, dramática, de negación y creación, el poeta debe estar al servicio de los otros. Si es un poeta auténtico lo hará sin desmedro de los valores poéticos esenciales.

¿Debemos temer al caos nosotros, poetas, nosotros pensamiento militante? ¿Y el caos actual? Por otra parte será difícil que a nosotros nos aturda el primer manotazo brutal de la revolución. Sergio Esenin y Vladimiro Maiakowski sucumbieron, se eliminaron porque, finalmente, el manotazo los aturdió. A pesar de haber adherido a la revolución la abandonaron para morir voluntariamente. Pero ellos estaban todavía, y a pesar de ellos, con un pie en la burguesía. Habían conocido su veneno. Hay que recordar que otros poetas que siempre habían sido revolucionarios, sucumbieron también porque creyeron que la revolución iba a consagrarlos inmediatamente, a darles en seguida todos los elementos. Unos y otros no comprendieron que lo que estaba aconteciendo en Rusia era más grande que ellos y más grande que la poesía misma o ¡la poesía misma!

Nosotros tendremos la suerte de recibir a la revolución cantando, después de haberla cantado y deseado, sin descuidar la técnica y sin dejar de haber intervenido más o menos concretamente en la lucha.

Aunque de extracción social obrera no tengo la pretensión de ser un poeta proletario. Por otra parte no hay poetas proletarios en los países burgueses. Tal vez no los haya todavía en Rusia porque como ya dijo Lenin el arte proletario deberá nacer de la cultura proletaria, y ésta a su vez, de la revolución en grado avanzado. Pero hay un arte revolucionario o que corresponde al período pre-revolucionario. Y si una pretensión tengo es la de ser un poeta revolucionario, la de haber abandonado esa especie de virtuosismo burgués decadente, no para caer en la vulgar crónica chabacana que pretende ser clara y directa y resulta ñoña, sino para vincular mi sensibilidad y mi conocimiento de la técnica del oficio a los hechos sociales que sacuden el mundo. Sin que lo político menoscabe a lo artístico o viceversa, confundiendo, más bien, ambas realidades en una.

No por eso creo haber resuelto todos los problemas que la cuestión arte-política me ha planteado, pero si los fundamentales. En este sentido el discurso de Gide en el Congreso de Escritores y los pensamientos de Lenin al respecto me han servido de mucho así como la lectura reciente del libro de Benjamín Goriely Los poetas en la revolución Rusa , que recomiendo a los camaradas que no lo conozcan. Adhiero al discurso “Defensa de la Cultura” porque Gide ha comprendido – y era lógico – los problemas que la pre-revolución plantea al artista. Porque declara que los intelectuales, si son auténticos, por dignidad del pensamiento, deben estar con la revolución. Porque exige un arte de oposición. Porque señala al mismo tiempo el peligro que significa encarar el problema arte-política de una manera simplista. Porque afirma su individualismo y dice que, precisamente por ser individualista se siente profundamente comunista porque sólo la sociedad comunista puede ofrecer al individuo todos los elementos para su desarrollo sin trabas de las diferencias de clase, de la injusticia social. Porque afirma su condición de francés y dice que precisamente por ser nacional se siente profundamente internacional. Porque declara que si hay artistas grandes que no pueden comunicarse con el pueblo es esa una de las causas por las cuales es imperiosa la necesidad de elevar al pueblo al arte y a la cultura y eso sólo podrá conseguirse con la transformación de la sociedad.


Creo que la poesía revolucionaria es auténtica:

1º Cuando poesía y revolución se confunden, son consustanciales, como en el caso de Brecha, Gold, Alberti, Aragón, etc, y, en el pasado, como en el caso de Heine (Los tejedores de Silesia). Es decir, no menoscabando la poesía, en sí, haciéndola perdurable por su contenido estético además de su contenido humano. Porque aun cuando las condiciones sociales de vida de los tejedores de Silesia hayan cambiado, el alto dramatismo poético subsiste, la poesía subsiste.

2º Cuando el contenido social corresponde a la nueva técnica. No se trata de negar el proceso poético que , como el pictórico, ha tenido sus etapas creadoras maravillosas – en las que, detalle importante, el arte estuvo desvinculado del hecho social- pero resulta absurdo componer hoy poemas ceñidos a tal o cual regla formal.

3º Pero no hay que confundir técnica nueva con ocultismo poético, travesuras gramaticales, etc, o poemas sin ritmo (que pueden hacerse cuando el tema lo exija como en mi poema “el pequeño cementerio fusilado”, aunque el ritmo existe aquí como el agua dentro de la roca). Porque generalmente esa actitud poética que fue una reacción saludable contra el academismo esta reñida con ese ritmo de marcha, de himno – para cantar – que debe tener casi siempre el poema revolucionario. Llamo “técnica nueva” al conocimiento y a la superación de todas las técnicas, a la desenvoltura que nos da ese conocimiento, a la libertad de tonos, ritmos, imágenes, palabras y a lo que siempre tuvieron los poetas de cada época creadora, a lo que sigue la línea poética que nació con la primera palabra pronunciada por el hombre en la tierra: a la personalidad de un poeta


Si alguien me preguntara ¿Qué es la poesía? No tendría mas remedio que contestar: La poesía es la poesía, más el mundo, más el hombre, más el poeta, más la poesía. Si alguien me preguntara qué es un poema, contestaría: Hasta el líder de la llamada “neutralidad” ha dicho que un poema que no contenga nada más que poesía es un poema. He citado una frase de Valery.

Participé en los movimientos literarios de vanguardia y, sobre todo, el surrealismo contó con mi entusiasmo firme. Fue una manera de evadirse y volver a la multitud, de ganar la calle, de ejercitar valentía, de confesarse, de equivocarse, de reivindicar valores olvidados por la burguesía, de volver a imponer el gesto poético sobre lo prohibido, de ejercitar valentía, repito, para entrar luego de lleno – los que supimos hacerlo – en el drama del hombre y su esperanza, en los anhelos del hombre, en su destino “sobre la tierra”. Por eso puedo decir ahora con Day Lewis que la revolución en la literatura comenzó pero sin una revolución social será fácil y sin trascendencia.

Me parece que ahora hay que hacer poesía revolucionaria. Esto no quiere decir que los demás poetas, si son poetas, dejen de serlo al no sentir la necesidad de expresarse revolucionariamente, en el sentido de la propaganda. Lo que exigimos de ellos es una actitud antifascista concreta, porque el fascismo es el enemigo de la cultura y el arte, tanto como de la dignidad humana. Me parece también que hay que aclarar cuando se habla del llamado artepurismo. Hay dos grupos en esta tendencia: por un lado están los “puros”, los deshumanizados, los nuevos retóricos, cuya obra, abundante en amorcillos, metáfora por la metáfora, discos conocidos, cursilería al revés, tragedias personales sin hondo valor humano, no interesa, no es arte; es subarte, apenas y por otro lado aquellos que barajan en sus poemas elementos calientes, que hacen no una obra revolucionaria, pero una obra viva, llena de tierra y llanto, cubierta de raíces y de sangre. La posición de estos últimos será discutible desde el punto de vista nuestro, pero es humana y seria. Por otra parte los escritores que no sientan el tema revolucionario serán arrastrados a él tarde o temprano por imperativo de su conciencia misma de artistas. Pensemos en Alejandro Blok. El antiguo poeta puro, el antiguo habitué del Reposo de los Comediantes y el Albergue de los Perros Perdidos se vio, en 1918, frente a la revolución. “En sus poemas – dice Goriely- demostró que hay épocas en que la vida deviene superior a toda poesía, en las que es necesario escribir con simplicidad para llegar a los hombres y aclararles el profundo sentido de los acontecimientos históricos que ellos viven.”

Creo que el de poeta es un gran oficio. (Mientras en los países burgueses los poetas son postergados, despreciados por las clases dirigentes, en Rusia reciben a Pasternak en las fábricas y los koljoses con músicas y flores). Me gusta charlar en cualquier mesa- si delante de una copa de vino, mejor- sobre temas, secretos, hallazgos, desdichas, felicidades, cosas de la poesía y de los poetas. Pero también me gusta estar listo para cuando haya que disparar sobre alguien con un poema o con lo que sea.

Arthur Rimbaud fue la poesía, la gran aventura poética, pero en cierto momento gritó: “Cambiad la vida!!!!”.



Raúl Gonzales Tuñon

El contrato social


Yanquis

Un compañero me pasó este poema de Humberto Constantini y me puso la piel de gallina. Esta escrito cuando los yankees desembarcaron por segunda vez en Santo Domingo, impidiendo que Juan Bosch asuma legitimamente su gobierno.

Dice Galeano: "La gente se lanza a las calles de Santo Domingo, armada con lo que tenga, con lo que venga, y embiste contra los tanques. Que se vayan los usurpadores, quiere la gente. Que vuelva Juan Bosch, el presidente legal. Los Estados Unidos tienen preso a Bosch en Puerto Rico y le impiden volver a su país en llamas. Bosch se muerde los puños, a solas en el rabiadero, y sus ojos azules perforan las paredes. Algún periodista le pregunta, por teléfono, si él es enemigo de los estados Unidos. No; él es enemigo del imperialismo de los Estados Unidos. - Nadie que haya leído a Mark Twain -dice, comprueba Bosch- puede ser enemigo de los Estados Unidos."

Y aquí el poema de Constantini.

Yanquis hijos de puta

En realidad
sólo quería decir
eso.
En realidad, la vida es,
pongamos por ejemplo,
una manzana.
Entonces, uno la mira, la toca,
le hace fiestas,
la besa, le habla,
tal vez
hasta dibuja manzanitas
imitándola.

La quiere así, manzana,
rica, pulposa, viva,
indescifrable,
sabia.
Si la quieren romper,
si viene
un bicho, por ejemplo,
un yanqui hijo de puta,
para ser más precisos
a matarla,
ya no se puede hablar
así nomás de la manzana.
Hay que matar al bicho,
es necesario
odiarlo,
destruirlo.

Es casi obligatorio
decirle hijo de puta,
decirle yanqui hijo de puta
todos los días, religiosamente
y encontrar la manera de acabarlo.
Por amor a la vida,
simplemente.

En realidad
tal vez no me he explicado bien.
Si uno tiene,
pongamos por ejemplo,
un amor, una cosa
que le anda por la piel
por todas partes.
Digamos Buenos Aires.
Digamos un octubre, un poema, una muchacha.
O digamos la esquina
de Nazca y Tequendama
los domingos, a las seis de la tarde.

(Estoy casi seguro
que había una esquina así en Santo Domingo
que había un viejo,
una silla,
un cielo inverosímil,
muchachos que volvían del fútbol,
señoras apuradas,
bocinas, qué sé yo
y tal vez
hasta un tipo solitario
como yo
que miraba)

Si uno tiene un amor entonces,
eso que le camina por la piel,
decíamos, y pasa algo,
ocurre
que viene el mal, la peste, una desgracia,
o para no ir más lejos
vienen los marines idiotas,
los cretinos mascadores de chicle,
odiadores de todo lo que crece
y desembarcan.

Entonces
ya no se puede hablar así nomás,
hay que matar la muerte de algún modo,
hay que pelear con rabia,
destruirlos,
salirles al encuentro como sea
y además
decir, decir hijos de puta,
decir marine yanqui hijo de puta,
decirlo y masticarlo
y enseñarlo a los chicos
como un rezo.
Por amor a la vida,
simplemente,
me parece.

La ciudad de los tranvías

La malvada intención

Ustedes, por estar leyendo la crónica social...
las recetas de cocina y el manual para portarse bien en sociedad...
por estar alelados mirando la televisión o las estrellas...
y baboseándose con las poesías a mis universo...
Ustedes, los poetas que fabrican sobre el diccionario de rimas un poema quincenal...
Ustedes, los intelectuales conformistas para quienes es muy cómodo el nihilismo...
Ustedes, los burócratas liberales y conservadores que ya perdieron el sentido de lo maravilloso...
Ustedes, los inspectores de la moral, que confunden el "hula-hula" con el Marqués de Sade...
Ustedes, los sexólogos de ideas fijas que representan el "hula-hula" con un falo abstracto y circular...
(nosotros protestamos contra ustedes que se oponen a la satisfacción de los instintos naturales y al derecho a legitimar esos instintos por las vías legales de la imaginación)
Ustedes, los reales académicos y tratadistas de la forma, que no saben lo que anida en las cloacas, y que no han mirado desde las alcantarillas el nacimiento del sol...
Ustedes, los estudiantes de urbanidad y de retórica que ya saben rimarle un verso a la prostituta y limpiarse la jeta con elegancia...
Ustedes, las señoras aristocráticas que bailan a Elvis Presley en el club y levantan las piernas para escandalizar a los notarios y a los senadores de la 2ª república...
Ustedes, magistrados y jueces que codifican la vida y asesinan con fórmulas los instintos vitales...
Ustedes, los notarios que escrtituran a los ricos la tierra de los pobres con manos de usureros y canas en el cerebro...
Ustedes, los ciudadanos ejemplares que se emborrachan en los prostíbulos y hacen penitencia religiosa....
Ustedes, los que se flagelan a la luz del sol ante los altares de piedra, y de noche cumplen funciones de pederastas...
Ustedes, los de la "liga de la decencia" y la "pureza del espíritu" que se escandalizan con los senos de una escultura y no sienten horror al defecar en la bóveda celeste del sanitario...
Ustedes, los predicadores, que apestan con su oratoria y con sus sotanas de terciopelo sudado...
Ustedes, los políticos que no creen en la revolución y se hacen remunerar su falta de fe...
Ustedes, los policías, que no saben cómo preñan los poetas a las rosas...
Ustedes, los críticos de arte y literatura que han leído la citolegia y a Kant, y que confunden a gonzaloarango con un paciente de psicología, a garcilazo con don blas de lezo, la "unión libre" de Bretón con la "unión nacional" de Ospína Pérez, un ataque al corazón con la crisis de la poesía...
Ustedes, en general, no saben nada de nada...
y tienen una idea falsa de lo que es el nadaísmo cuando piensan que somos la amenaza material del orden burgués...
Nosotros no vamos a robarle la chequera al capitalista, ni vamos a asaltar a media noche su despensa; que los burgueses revienten tranquilos en medio de la abundancia...
Tampoco vamos a raptar en noches de luna a las colegialas del "mary mount". El nadaísmo no es una historia prostibularia. Que ellas revienten con sus prejuicios, su puritanismo angélico, y que lleven su sexo casto al matrimonio, o lo conserven como una momia para que lo consagren a san luis gonzaga...
Tampoco queremos alterar sus conceptos del mundo en el que viven de tránsito a la eternidad, afianzados aquí en la estabilidad económica, la virtud y el respeto social...
Nosotros no tenemos nada que ver con quienes no tienen problemas, ni dudas, ellos están salvados...
Pero queremos confesarle una malvada intención a la burguesía. Señores burgueses: el nadaísmo se fundó para pervertir a vuestros hijos. Vamos a interrumpir vuestro sueño y a despertar en vuestras alcobas inquietantes y terribles gérmenes de zozobra. Vuestros hijos regresarán una noche a pediros cuentas, ebrios y poseídos de una terrible cólera...
Temedlos, yo los conozco, son peligrosos....
A mi madre de setenta años ya le advertí: nena, sino me dejas libre le diré a la policía que eres comunista... y ella dijo: "tú sabes que eso es falso, no lo hagas, porque me echarán de la Iglesia."



Gonzalo Arango